Hay una vena femenina que recorre el mundo de la cerveza. Silenciosa, pero firme y certera. La componen todas las mujeres que han aportado su buen hacer a la elaboración, la difusión y la defensa de este brebaje que tanto nos encandila con sus sabores y aromas.
Es bien sabido que las mujeres han desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la cerveza, desde las épocas mas remotas, pues eran ellas quienes se encargaban de preparar los cereales para la fermentación en la civilización sumeria, o de elaborar la bebida en el antiguo Egipto, por poner dos ejemplos.
Cómo no hablar de la Reina de Egipto... la bella y seductora Cleopatra también fue una defensora de las cualidades de la cerveza. Como muchos de sus súbditos, la consumía en grandes cantidades, conocedora de que los beneficios para el organismo se reflejaban en su famosa piel tersa y perfecta.
En esta ocasión quisiera poner nombre propio a algunas figuras cerveceras que han marcado de diversos modos la historia de esta bebida; lo haremos atravesando los siglos, desde la era de la creación del mundo según las leyendas nórdicas. En un poema finlandés de alrededor del año 1000 A.C., se cuenta de tres mujeres llamadas Osmotar, Kapo y Kalevatar - algo así como unas "wedding planner" ante litteram - dedicadas a organizar una boda muy importante en la que deseaban servir la mejor cerveza, cuya elaboración sin embargo se les resistía, hasta que una de ellas tuvo la brillante idea de añadir al preparado unas gotas de saliva de oso que había comido miel de abeja, gracias a la cual consiguieron la espuma densa y cremosa a la que aspiraban. Está claro que para los finlandeses el nacimiento de la primera cerveza se asemeja mucho a la creación del mundo!
Saltando hasta el año 1000, recordemos a Lady Godiva, bellísima noble inglesa, mujer del Conde de Coventry que, según la tradición popular, tomó la defensa del pueblo, oprimido por los excesivos impuestos exigidos por su propio marido, particularmente por la tasa sobre los cereales que impedía a los más pobres elaborar su cerveza y disfrutar un poco en esa vida tan agobiada que llevaban por entonces. Resulta que la bella señora era muy insistente con el marido, y que este accedió finalmente a concederle la rebaja suplicada, si a cambio ella cabalgaba desnuda por la ciudad. Ni corta ni perezosa, con alguna estratagema muy femenina como la de cubrirse el cuerpo con sus largos y sedosos cabellos, la revolucionaria condesa aceptó el reto y consiguió con ello la abolición de la tasa, y la reaparición del amado brebaje en las viviendas más humildes.
Cinco siglos después hubo en Alemania una bella doncella que rompió esquemas. Nacida de familia obrera, encandiló nada menos que al Emperador Carlos V (el del Monasterio de Yuste, por cierto), al que dio un hijo bastardo que se convirtió en Juan de Austria, y con quien compartía la afición por la buena cerveza que, se sabe, ya estaba bien asentada por aquellas zonas del Norte de Europa. Su historia peculiar y su continua promoción de la cerveza llamó la atención de los fundadores de la fábrica artesanal extremeña Blomberg, cuyas recetas, dicen, están inspiradas en esta bella mujer cervecera.